Patricio Valdés Marín
Los conquistadores no vinieron a América para confraternizar
con los indígenas. La misma Pax Castellana que aprendieron durante la larga
Reconquista la impusieron al Nuevo Mundo a sangre y fuego. Ésta significó la
apropiación de bienes, tesoros y todas las tierras para la corona y los
conquistadores, la subyugación de los amerindios, y la imposición de la ley
real y la fe católica que era requerida para el reconocimiento del derecho
divino de la autoridad real y que era reforzada inculcando un gran temor al
Infierno. Los esfuerzos de los misioneros de las diversas órdenes religiosas
para cristianizar a los indígenas y poner límites a la voracidad de los
conquistadores instalaron una nota humanitaria al aliviar la ominosa situación
de aquellos infelices pueblos, pero también la acción misionera se esmeró en
destruir sus culturas nativas.
Los hidalgos castellanos habían absorbido la ideología
del Renacimiento español, en boga, con su énfasis en el humanismo y el valor de
la persona en su relación con la sociedad y el rey. Por cierto, también eran
herederos del medioevo, cuando la persona se relacionaba con Dios y Satanás,
acatando al primero y rechazando al segundo. La fuerza que impulsó a puñados de
conquistadores a viajar a lejanos mundos, vencer enormes dificultades e imponer
su propia voluntad sobre los pueblos indígenas no solo fue la expansión del
Imperio y la apropiación de riquezas, sino que también incrementar la gloria
personal. El elemento ordenador del imperio fue aquella tan intangible como
omnipresente idea del “honor”. Honor significa autorrespeto, conciencia
íntegra, compromiso, lealtad, valorizar la palabra empeñada. La conquista y el
orden jurídico que se estableció se erigían en el honor de los conquistadores y
la autoridad del rey.
La “cantidad” de honor era proporcional a la dignidad de
la persona, pero esta calidad no era un valor igualitario. Ciertamente, la
deshonra hacía que una persona se volviera indigna y se la apartara de la
sociedad, pero en verdad la cuna diferenciaba la dignidad, siendo muy digno
quien nacía en una hidalga cuna y poco digno quien nacía en una indígena cuna.
En Hispanoamérica el origen racial simplificó en gran medida esta distinción
entre patricios y plebeyos cuando se clasificaron a los individuos entre
blancos, mestizos, indios, zambos, negros y sus subdivisiones. También una
persona podía aumentar su dignidad por investidura. Un maese de campo era
ciertamente más digno que un soldado raso, o un encomendero que su caporal. Una
persona digna poseía numerosos privilegios que quien no lo era. Para contrastar
este valor, baste comparar lo que se entiende por dignidad en EE.UU.
Idealmente, allí todas las personas son igualmente dignas por el hecho de ser
iguales ante la ley y poseer los mismos derechos, pues todos nacen iguales. El
respeto que merecen todos los demás en sus derechos hace prácticamente
innecesario el honor. En Chile actual el honor está perdiendo rápidamente su
lustre frente a la necesidad de mantener la dignidad o status social en el
competitivo mercado. Ya no existe la base de la propiedad sobre el latifundio
para sostener realísticamente una dignidad. En su lugar ha aparecido el
neoliberalismo y su despiadada explotación de las clases bajas. La aberración
es que se pretende sostener los privilegios de clase en una república que
intenta ser demócrata.
Pedro de Valdivia y sus 152 compañeros conquistadores
fundaron Chile y esta fundación significó precisamente implantar la Pax Castellana en
este lejano reino del imperio español. Según las milenarias leyes de la guerra
que conocían, una conquista se lograba venciendo a sus oponentes en batalla,
pues era el único camino para obtener los derechos de posesión sobre vidas y
haciendas. La victoria legitimaba la apropiación del territorio y el
sometimiento del enemigo a la servidumbre por las generaciones venideras. La
cultura guerrera castellana en arte, disciplina, tácticas y armamentos no tenía
rival en los atrasados indígenas, exceptuando los belicosos araucanos, como
duramente experimentaron al poco tiempo Valdivia, sus compañeros y quienes
vinieron posteriormente.
La conquista de Chile fue muy exitosa desde el punto de
vista de la adaptación de los castellanos a un medio foráneo. Aunque su tierra
no contenía minerales valiosos, su clima mediterráneo permitió un acomodo
afable, como escribió Alonso Ovalle. Ante la imposibilidad de encontrar el
Dorado, los encomenderos devinieron en hacendados. La tecnología europea
favoreció la implantación de la hacienda. Las artes y oficios
europeos de herreros, carpinteros, alfareros, talabarteros, cesteros,
hilanderos, etc., junto con implementos como la rueda, el arado, la pala, la hoz, y
con los cultivos mediterráneos que complementaron al de los indígenas y
las especies de animales domésticos importados permitieron tan completa
autonomía que las haciendas se transformaron en unidades productivas
autárquicas, similares a las misiones jesuíticas, pero con total sometimiento
al rey primero y después a la república. Aún en la década de 1940 fue posible
conocer estas antiguas haciendas, antes de que la mecanización las hiciera
inviables y terminaran por desaparecer tras la Reforma Agraria.
Con ellas se fue también la clase terrateniente y latifundista dominante,
heredera directa de los Conquistadores.
En Chile, de los siglos XVI al XVIII, los europeos y
descendientes fueron casi todos militares, y aquellos que sobrevivieron a la
larga y sangrienta Guerra de Arauco conformaron la elite social. Después de más
de un par de décadas de servicio meritorio, la mayor parte alcanzó altos grados
militares y recibieron en premio mercedes de tierras de amplia superficie,
pasando a formar la clase terrateniente y dominante del país. La vida política
y económica era exclusiva de hombres de raza blanca. Hay que imaginar un duro
militar de 40 años, fogueado en la guerra desde que tenía 18, dejar
posiblemente un reguero de mestizos en la frontera, llegar a Santiago, casarse
solemnemente con una jovencita de la élite social, partir a su remota y yerma
hacienda, organizar a los indígenas y mestizos que vivían allí para a laborar y
producir, y con su esposa engendrar una docena de hijos, muchos de los cuales
emprendían la vida religiosa o militar. La institución del matrimonio fue muy
importante para consolidar la clase patronal y formar linajes. A su vez, la
jovencita que emprendía una dura vida llena de responsabilidades se convertía
en un par de décadas, si no moría de parto, en una poderosa viuda, al estilo de
una reina madre, y que sirvió de modelo para el autoritarismo propio de las
damas chilenas de generaciones posteriores.
EPÍLOGO
Este sistema social de dominio de cobrizos por blancos es
en la actualidad un obstáculo para la plena vigencia de un régimen republicano
y democrático, que es un ideal político a partir del siglo XX. La resiliencia
de esta división social es muy grande, ya que perdura incluso en plena
democracia republicana y tras la incorporación a la dividida sociedad según su
clase, es decir, según el color de su piel, de inmigrantes venidos mucho más
tarde y fuera de Castilla. Ni constituciones que proclaman la igualdad social
ni los permanentes esfuerzos por ofrecer iguales derechos y oportunidades
han logrado borrar la omnipresente línea divisoria. También ha contribuido a
ello el Golpe de 1973, que se ejecutó de forma similar a como se reprimían los
alzamientos indígenas del pasado.
Aunque en Chile, en las últimas décadas, ha habido en el
sentido de una mayor igualdad social un avance significativo, pero todavía
falta mucho. Todavía el clasismo es un obstáculo para la movilidad social. El
golpe de Estado de 1973 entronizó una dictadura que perduró por 17 años. Ésta
tuvo como su base social la clase blanca chilena. Para perpetuar el poder
político y económico y preservar los privilegios y los intereses de esta clase
la dictadura erigió dos poderosos bastiones: el autoritarismo antidemocrático y
el neoliberalismo de Friedman.
Santiago de Chile, 5 de Septiembre de 2011
Blogs
antropológicos del autor
El carácter del pueblo originario de Bolivia y el futuro
de país. Abril de 2003, http://antroponcaracter.blogspot.com .
La actual crisis económica global en perspectiva. Marzo
de 2009, http://antroponcrisis.blogspot.com.